ALGUNAS PREGUNTAS SOBRE "VASELINA"

 





1. ¿Por qué el título “Vaselina”?


Los boxeadores se aplican vaselina en el cuerpo para que los golpes resbalen. Mis personajes, en particular el de Gómez, tienen la aspiración un poco hedonista de que los golpes de la vida resbalen sin acusar las consecuencias de esos encuentros. No quieren ser afectados.


2. El boxeo tiene un papel importante en la novela. ¿Por qué eligió la figura de Locche?


Recuerdo haber visto la pelea de Locche con Fuji sentada en la falda de mi mamá y todo el orgullo y exitación que concitaba el hecho de que un boxeador mendocino ganara el título. Pero Locche nos maravillaba porque parecía estar en las antípodas del boxeador que sale al ring a pegar y a que le peguen. Era imposible encontrar a Locche con una trompada. Su forma de esquivar los golpes, de chuzar al contrincante, de “divertirse” en el ring enloqueciendo al otro no se había visto nunca. Esa pericia increíble para esquivar los golpes, para un boxeador, me parecía contraria a la idea de lucha. Yo veía una especie de baile, de danza en lugar de una pelea. Eso creo que pasa en la novela. Los personajes bailan con el azar, con la violencia, sacándole el cuerpo todo el tiempo al dolor. 


3. ¿Qué importancia tiene el paisaje en la novela?


Tiene una gran importancia. Mendoza es una provincia desértica. No crecería nada verde si no fuera “arrancado” de alguna manera a la tierra. Pero el desierto, al contrario de lo que podría pensarse, está lleno de vida, de bichos, de alimañas que se han adaptado a vivir en la escasez permanente, en la ausencia de vida; y que persisten en esa existencia sin flaquear un solo segundo, sin dudar. Entonces el paisaje es un contrapunto en la novela. Lo salvaje de la tierra, del entorno, del calor, la fuerza de eso que quiere vivir a pesar de las peores condiciones es el telón de fondo para la existencia de unos personajes que aspiran a esquivar las trompadas de la vida. La Dormida, el pueblo, creo que opera en ese mismo sentido de ausencia de una  pulsión vital  y que es como un emblema de  la atracción, de la tentación que la nada ejerce a veces sobre los seres humanos. 

 

4. La novela está poblada de animales: hormigas, piojos, cascarudos, caranchos, lagartijas... ¿Cómo se explica?


Las hormigas son bichos curiosos. Hercúleos, casi. Pueden levantar varias veces su peso y tienen una disciplina férrea, militar. Pienso en las hormigas como podría pensar en cualquier otro animal.  Están ocupados, presos de una compulsión por la vida. No pasa eso con los seres humanos, que podemos tomar decisiones en contra de esa compulsión, que podemos desconocerla. El pequeño bestiario de Vaseilina creo que funciona como el fondo sobre el cual se levanta este otro comportamiento humano tan raro, el de dejarse ir o llevar, el de “vacilar” en ese impulso vital. Y además, por otro lado, esta condición disciplinaria de los animales, esta compulsión, yo la entiendo también como un emblema del capitalismo, que nos vuelve un poco hormigas un poco piojos (según se mire), competitivos y bestiales a veces en el peor de los sentidos.


5. ¿Por qué una novela compuesta de muchas voces?


No lo sé. No me lo propuse. En realidad, la voz de Marina “apareció” de una forma muy espontánea, muy natural. Yo estaba trabajando, cuando empecé a escribir la novela, con el episodio del pacto suicida que trama una parejita de adolescentes y lo estaba contando en primera persona. Después esa historia se volvió secundaria en la novela y apareció el personaje de Sinchicay; y entonces me pregunté cómo sería la voz de un indio de la frontera que ha sido educado en el seminario y que al mismo tiempo tiene esa cualidad de afinidad con el desierto, con lo salvaje de la tierra, con lo incivilizado, digamos –por un lado– y toda la “civilización” que entra a tallar en el lenguaje con el estudio de la lógica, de la teología, de la filosofía –por el otro–. Era una voz que me parecía muy interesante para ser explorada; para “escuchar” en la escritura cómo opera una lengua trabajada tanto por la lógica y un pensamiento binario como por el paisaje y la tierra. En fin,  cuando reuní una serie de capítulos con la voz de estos personajes, me di cuenta de que Vaselina tenía que ser una novela coral.


6. La técnica del fragmento y el montaje, ¿por qué convienen a esta novela?


Los capítulos son muy cortos, en primera persona. Cuentan historias que son como picos de intensidad en la vida de cada personaje. No hay un narrador en tercera persona que reconstruya o reponga, mejor dicho, el continuo temporal y espacial. Entonces me pareció  que el montaje era lo que la estructura fragmentaria de esos capítulos pedía. Digamos que fue algo que se dio muy naturalmente, más allá del hecho de que lo fragmentario, lo episódico, parece ser un sino de nuestros días, de las redes sociales, de la velocidad y la violencia que impone el capitalismo a nuestra forma de vida.


7. ¿Cómo construyó la voz de los personajes?


Me parece que hay una actitud de escucha fundamental en el momento de escribir. Me pasa que a medida que entro en esa corriente de la escritura, la de traducir a texto los pensamientos, voy escuchando cómo habla el personaje. Y esa escucha está formada por cosas que leí, por lo que me dijo un taxista o la vecina, en fin, me resulta muy complejo de objetivar este proceso. Hay mucho de inconsciente. Y hay un juego con la música, también, con la entonación y el ritmo; y ese juego es como un piolín que va “tirando” de la voz, la hace durar. Y después de que ha pasado ese primer momento viene, claro, una intensa corrección que no termina nunca. Es muy difícil para mi decir “esto ya está”, "me gusta así". Eso no me pasa, la verdad.


9. Usted es mendocina. ¿Cómo fue su experiencia de inserción en la Capital?


Yo tuve mucha suerte y encontré por todas partes generosidad y puertas abiertas. En Mendoza hice el taller de Mirta Sánchez, que fue mi primera aproximación a las técnicas del cuento. Después, Buenos Aires fue un despertar y un descubrimiento. Retomé los estudios de Filosofía en la UBA y paralelamente hice un taller de dos años con Alberto Laiseca, otro de poesía con Irene Gruss, y finalmente el taller que Mariano Ducross dicta en el Centro Cultural Borges. Todas esas experiencias fueron de apertura y de intenso conocimiento. 


10.  Si tuviera que señalar cinco libros que la marcaron en su infancia, ¿cuáles serían?


Pienso en dos, fundamentalmente. En la casa de mi infancia no había muchos libros, pero mi abuelo tenía los 12 tomos de Las mil y una noches en la traducción de Mardrus, que es muy erótica, escondidos bajo llave. Yo aprendí a robar esa llave a la hora de la siesta. Me escondía para leer esas historias con apenas 8 años. Fue delicioso encontrarme al mismo tiempo con el deseo y con el placer de escuchar, de contar historias. Después, por la misma época, mi mamá me llevaba a la Biblioteca San Martín y me dejaba elegir. La primera vez me traje la Ilíada y la Odisea ilustradas para niños. Y fue una explosión de maravilla. También recuerdo la colección de Robin Hood, que estaba en la casa de mis primos. Amé esos libros.


11.  ¿La poesía juega un papel importante en su escritura?


Sí, exactamente. Escribo poesía desde muy chica porque en la escuela primaria teníamos una materia que se llamaba "Declamación" y leíamos mucha poesía española y latinoamericana: Lorca, Darío, Neruda... En seguida empecé a tratar de imitar lo que yo escuchaba en esos textos, que era más que todo la música, el ritmo. Por otro lado, mi papá, que era sastre, era muy aficionado a escribir tangos y yo quería ser como él, aunque no sabía realmente qué era el tango. Pero entonces escribía "poesía" y me alentaron mucho, sobre todo mi mamá, a seguir haciéndolo. De modo que tanto la escritura como la lectura de poesía me han acompañado toda la vida.


12.  Cite los últimos cuatro libros que ha leído.


Siempre estoy releyendo Zama, de Antonio Di Benedetto. Después podría citar La virgen Cabeza, de Gabriela Cabezón Cámara, El desapego es una forma de querernos, de Selva Almada, Agua, de Lía Chara, Tres cuentos, de Martín Rejtman y también Deshacer el género, de Judith Butler.


13.  Usted estudió Filosofía. ¿Cómo influye eso en su escritura?


Supongo que influye tanto como la ficción y los libros de poesía que he leído. O como las experiencias directas que una tiene en la vida. No creo, o espero, que sea una influencia que deba notarse en mi escritura. Para mi la filosofía es una forma de hacer nuevas preguntas, de romper con los prejuicios del sentido común, en fin, un epicentro de apertura que me mueve siempre el piso. Y en cierta forma yo escribo para saber. No tanto para decir algo que ya sé, sino que escribo para entender algo que aparece siempre como una pregunta inicial. ¿Por qué podrían hacer un pacto suicida dos adolescentes de 12 años? ¿Como es la vida de alguien que se deja atravesar por el azar, que no quiere cargar con las consecuencias de sus actos? ¿A qué decisiones se enfrenta alguien que tiene el poder de mandar? 


14.  ¿Qué quiso transmitir con “Vaselina”?

Bueno, yo solo quise contar una historia. Un poco todo lo anterior responde también esta pregunta.


Comprá “Vaselina” AQUÍ




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