Vaselina, por Graciela Scarlatto

 ¿Y si se espera de nosotras una política de docilidad en el reparto de lo sensible? ¿Hay un recorte como un “deber ser” dentro del cual debe escribir una mujer? ¿El ámbito de lo doméstico y la familia, los sentimientos, los vínculos son un leitmotiv dentro de la narrativa escrita por mujeres o un encasillamiento más, una obligación, un destino? Cuestiones de mujeres para mujeres, lisa y llanamente.  La universalidad ¿es neutral?  Sospecho que no. No tengo evidencias, tengo reparos y muchos ejemplos.

  ¿DE QUÉ TEMAS QUIERO/PUEDO ESCRIBIR? “La casa se llenó de amor. Aureliano lo expresó en versos que no tenían principio ni fin”, escribe García Márquez.  Debajo de las uñas de mis personajes, en cambio, suda la furia.  La violencia, como una gota de ácido, ha ido limando sus vidas. Como una máquina de reproducción, les ha enseñado a replicarla en casi todos sus actos. El poder, también, el apetito de alcanzarlo es una máquina que multiplica el evento de sus apariciones.  El Indio Sinchicay es torturado en un orfanato y luego abusado por un coronel. Tal vez sean metáforas de realidades menos evidentes, inscritas en la intolerancia de las religiones y los mandatos castrenses. Para lograr obediencia hay que romper, doblegar, moler. No siempre a palos. Bastan diez mandamientos y su interpretación. Un código de leyes civiles, comerciales, penales.  La cultura muele. La cultura resucita. En esa dualidad, entre esos límites como horizontes posibles, se juega la existencia de mis personajes.